Hoy te maldigo por robarme
lo poco de fe y corazón
que, por divina asignación
te dignaste a regalarme.
Rogaré tu perdón
con lágrimas en los ojos
cuando, cubierto mi enojo
tenga donde agarrarme.
Si existes y tomas parte,
si ocupas todo lugar,
si nunca llegas tarde...
Ahora, ¿Dónde estás?
Únicamente has conseguido demostrar
que, más allá del bien y del mal
lo que puedes llegar a fulminar
es, sin duda, la felicidad.
Y después de todo... hay que darte las gracias.
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